SAN REMO :: Cuatro décadas en la misma esquina.

Callao y San Lorenzo: la heladería San Remo ya llevaba tres años en esta amplia esquina del barrio de Pichincha cuando en 1976 Marcelo, Mario y Vicente Scavone decidieron comprarla. “Empezamos los tres juntos, pero el destino los llevó a ellos por otros caminos y quedé solo en el negocio, cuatro años después, en el año 80”, cuenta Marcelo, quien tenía sólo 18 años cuando  comenzaron este emprendimiento.

“El oficio me lo enseñó un viejo heladero de la ciudad, Don Scime”, recuerda. “También aprendí a fabricar con un poco de lectura y preguntas a colegas mayores. La primera máquina se la compré a unos chicos de Buenos Aires y venían a una feria acá en Rosario, representantes de las industrias, de los proveedores de aquel momento”. Comenzaron, como todas las heladerías de aquella época, con una pequeña fabricadora SIAM manual. Como era costumbre en ese tiempo, abrían en primavera y cerraban cuando empezaban las clases.

“Fueron tiempos muy difíciles, si bien teníamos 40 gustos simples, eran muchísimas horas de trabajo, casi sin empleados”, explica Marcelo. Con los años, la tecnología fue facilitando los procesos, las máquinas fueron mejorando, y en el año 1990 San Remo pudo mejorar su maquinaria. Esto permitió la creación de nuevos gustos. En los años 70 había limón, vainilla, frutilla, crema málaga (con pasas de uva), una crema portuguesa con frutas abrillantadas, pistacho. Scavone cuenta que uno de los helados que marcó un cambio fue el helado de flan, el cual alentó la creación de gran cantidad de gustos nuevos durante la década del 80. “El helado no tiene secretos. Es como la torta de la abuela, si vos cambias los ingredientes ya no va a ser la torta de la abuela. Hay que usar la cantidad necesaria del producto que necesites y cuidar mucho la calidad, eso marca la diferencia”, dice Marcelo, asegurando que para crear gustos nuevos sólo se necesita ingenio y creatividad. “Se pueden hacer prácticamente todos los sabores. Yo he hecho helado de vino, de cerveza, de Gancia, gustos muy puntuales. Se lo regalamos a la gente para que pruebe y es una publicidad de boca en boca. Son helados que no comercializamos porque no tienen consistencia física, se deterioran rápido. Si no lo vendes enseguida, no es posible mantenerlo mucho tiempo. Un helado si está bien tratado, bien terminado, puede durar seis meses, pero este en una semana ya está fuera de carrera. Quizás podría ser más económico pero me parece importante no bajar nunca la calidad del helado, para que la gente siempre vuelva”.

Si bien San Remo no cuenta con una gran capacidad, la elaboración es muy artesanal, se fabrica todos los días y se van rotando los gustos permanentemente. “Cuando el público toma un helado en nuestra heladería, es un helado del día. La gente viene a preguntar qué gustos nuevos hay en cada temporada y siempre tenemos cuatro o cinco para ofrecer. De todos modos, los gustos clásicos no se pueden dejar de hacer”, señala Scavone. “La nuestra es una heladería que siempre da mucho al público, hago muchas promociones, regalo baños de chocolate, he sorteado juguetes, un karting, etc.”.

También cuenta orgulloso cómo muchos adultos se acercan a relatarle anécdotas de cuando, siendo niños, iban a San Remo con sus abuelos. “Tomar un helado es una salida alegre, como llevar a un chico a la calesita, ir a pescar, ir a la cancha”, dice Marcelo. Uno de los aspectos emblemáticos de esta heladería es el peluche situado en laentrada. En los años ‘90, se trataba de un mono. “Me contaba una mamá que el hijo le decía ‘mono mono’, y ella sabía que le estaba pidiendo un helado”, cuenta Marcelo. Hoy, el mono ha sido reemplazado por un peluche del famoso Scooby Doo, atrayendo la atención de toda la clientela infantil. Actualmente, el consumo de helado es mayor, las heladerías abren todo el año, las costumbres de la gente han cambiado y el delivery ayuda a incrementar el consumo. “Se sacrifica mucho lo personal al ser una empresa familiar y chica. Hay otras empresas que son más grandes y eso no pasa, pero los clientes no le conocen la cara al dueño”, reflexiona Scavone. “El negocio se debe ir adaptando a los cambios, incrementando la variedad de productos pero sin perder nunca la calidad. A mí me gusta comer bien y me gusta darle de comer bien a la gente”.